Javier Lozano

Para poder responder a muchas incógnitas del pasado histórico de un movimiento social que marcó un precedente en el momento que se detonó una serie de irregularidades del proceso electoral de 1992, tuve que recolectar algunas crónicas de Pascal Beltrán del Rio, en “Michoacán, ni un paso atrás”. Quizá, ese análisis, me dejó con un sabor amargo en el que los verdaderos protagonistas de los hechos, narraron la existencia de una debilidad democrática manipulada desde las esferas más altas del gobierno.

En la autoría de los rostros principales se sostuvo un sinfín de ocasiones el cuestionamiento de los comisión en el que prácticamente la validez siempre estuvo en entredicho por la cantidad enorme de inconsistencias. Fue muy interesante conocer la lingüística que demostró el fraude monumental que vivió el ahora senador Cristóbal Arias Solís, y todos los michoacanos. Y, eso, por supuesto, quedo marcado en la memoria histórica de una movilización que desaprobó la poca credibilidad del sistema electoral. Evidentemente, no se puede negar en ningún momento que, la voluntad de las mayorías, se convirtió en el principal mecanismo de resistencia que alimentó el desplazamiento de miles de simpatizantes que fueron defraudados a través de la manipulación, la trampa y el chantaje que cerró una de las fases más anticonstitucionales de la historia contemporánea de nuestro Estado. Por ello, a pesar de que Eduardo Villaseñor arribó a la administración, nunca se pudo esconder el desaseó que proliferó el día que destrozaron una democracia endeble ¿Pero cómo se desmanteló la única herramienta que garantizaba el respaldo popular?

Hay que recordar que en 1988 se celebró una de las elecciones más cuestionadas de la historia reciente. La ilegalidad de ese proceso confirmó que la enorme barrera sería el principal talón de Aquiles del movimiento social que encabezó Cuauhtémoc Cárdenas. Asimismo, en esa corriente democrática se reafirmó el liderazgo de Cristóbal Arias Solís, como candidato de la izquierda; no obstante, los verdaderos actores activos demostraron las irregularidades de un aparato político que heredó las prácticas conservadoras para tratar de imponer resultados sin importar la tendencia y el interés colectivo por dar un giro al paradigma partidario que estaba podrido desde sus entrañas.

En esa premisa se preservó entonces la poca credibilidad.

Se autonombraron observadores que en teoría vigilarían la legalidad del proceso; se fraguó una guerra mediática de desprestigio contra el aspirante de la izquierda; se multiplicó poderosamente el uso de recursos para la maniobra política en favor del candidato del PRI; asimismo, funcionarios que representaban a Cristóbal Arias Solís, fueron expulsados de las casillas, o, simplemente los nombramiento desaparecían en la ultima hora; paralelamente, trabajaban grupos que se autodenominaban organizaciones pacificadoras de procesos electorales, pero, en realidad, desplegaban una operación minuciosa de acarreo y mapachería; al igual, se puso en marcha la estrategia Condor en el que se había detectado una afluencia baja de votantes del PRI a fin de hurtar las urnas u el padrón electoral. A su vez, miles de pintas y panfletos aparecían en las principales ciudades para influenciar a la sociedad, haciendo alusión “que reinaría la paz al no al aceptar el peligro que llegaría a ocurrir si ganará la izquierda”; ese mismo estiló paso, mediante los mecanismos de cooptación del sufragio es ambientes en el que se consideraba necesario.

En ese tenor, se encontraron severas incongruencias en distintos distritos en el escrutinio de las actas; lo mismo pasó, cuando se exhortó a presentar el conteo en donde se reflejó que la voluntad de los michoacanos era que el Senador Cristóbal Arias Solís, fuese el gobernador constitucional del Solio de Ocampo. Inclusive, en muchos eventos de carácter público se invitó a realizar una comparación del testimonio de las actas de las casillas a través de una comisión especial ciudadana. Y, en medio de una algarabía y la efervescencia que generó el resultado electoral, se originó una combinación de la manipulación y una cortina de humo que se orquestó sobre la certeza de validez de los comicios. Incluso, el propio periodista concluyó: “de haber sido invalidada por el TEEM la votación de esas 873 casillas, el licenciado Cristóbal Arias habría ganado la elección por 233,557 votos contra 233,513, del priista Eduardo Villaseñor. Sin embargo, el tribunal desechó los recursos interpuestos, y validó el ejercicio.

Por ello, en términos políticos, jamás hubo condiciones equitativas. Inclusive, en el mismo manejo del esquema de comunicación, el PRI manufacturó una serie de componendas para legitimar el curso. Eso, también, se puso a discusión ya que la maquinaria todopoderosa del partido revolucionario institucional, mostró en evidencia la actitud poco democrática.

Por esa razón, y ante tal ignominia, nació la resistencia que provocó la irritación de los sectores que fueron engañados; prueba de ello, se manifestó en un mitin desde las afueras de Palacio de Gobierno, donde Cristóbal Arias Solís, logró convocar a  35,000 personas con la finalidad de que se respetara la voluntad y la validación de los resultados que incluso, fueron calificados como grotescos. Ahí, el principal orador fue Cristóbal Arias Solís, quien insistió en la legalidad del proceso, y que se reconozca las inconsistencias de uno de los comicios que expresó la manipulación y la inequidad.

Los cierto es que de ese momento histórico, se ratificó el poder de convocatoria y el éxodo que produjo el rostro del ahora senador de la República, Cristóbal Arias Solís. Lo anterior, quizá, pase a la historia como una de los capítulos más oscuros de la democracia en la cronología; sin embargó, se manifestó la poderosa capacidad política del oriundo de Churumuco. Tal es así, que hoy en día, se perfila como el favorito para revertir la profunda crisis institucional que radica en Michoacán. En estos momentos, el legislador federal, sería el virtual candidato de Morena, según todos los estudios de opinión que hemos recolectado desde hace mucho tiempo.

Ese, es el caso específico de Cristóbal Arias, que, evidentemente, ejerce una fuerza que con el paso del tiempo, no solo ha adquirido una madurez política, sino, en estos momentos se sitúa como el actor más importante de Michoacán. Esa razón, es clave para pronosticar el motor que se viene manufacturando en todo el territorio: Cristóbal se convertiría en el próximo gobernador constitucional sí la lógica sostiene un carácter en el que el ascenso del “Cachorro de Churumuco”, se mantiene como el favorito en la carrera del 2021. Esto ha ocurrido también en muchos especialistas en política que han coincidido que Cristóbal superó todas las barreras y obstáculos a avanzar a la perseverancia que tarde o temprano le hará justicia.

Notas finales: esta pequeña crónica continuará por que la narrativa de testimonios hasta cierto punto exacerbó lo que sería el destino político en aquellos tiempos. No obtente, será el fin de una hegemonía en el momento en que el PRI y PRD tuvieron varias etapas; fallidas por cierto.

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