Su intenso color anaranjado adorna las ofrendas de Día de Muertos y las sepulturas de los que ya han partido de este plano, es el camino entre la vida y la muerte.

Conocida sobre todo por ser uno de los adornos más populares en las tumbas y ofrendas de Día de Muertos, la “flor de veinte pétalos” (por sus raíces en lengua náhuatl cempoal-xochitl-veinte-flor) sólo florece después de la época de lluvias, siendo un icóno de las fiestas de muertos celebradas los 1 y 2 de noviembre.

De color intenso, puede llegar a medir hasta un metro de altura, mientras que sus botones pueden alcanzar los cinco centímetros de diámetro. Por ello los mexicas, durante la época prehispanicá, la eligieron para tupir con cientos de ejemplares los altares, ofrendas y entierros dedicados a sus muertos.

La flor originaria de México se produce principalmente en el Edomex, Puebla, Michoacán, y este año se sembraron dos millones 278 mil plantas.

En Michoacán, uno de los principales productores de esta flor es el pueblo de Copándaro, quienes comienzan con la producción desde el mes de julio. El resultado es cientos de herctáreas pintas de un color anarajando intenso.

El cempasúchil se corta por día dependiendo de cuantos compradores se junten, el corte une a familias. Este no es trabajo de uno, en las inmensidades de los terrenos se observa a niños, señoras y jóvenes.

 

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